La Tenebrosa Verdad Sobre El Despertar Espiritual Que Ningún Gurú Se Atreve a Contarte
La espiritualidad apesta (a veces)

Despertar espiritualmente no es ir a un retiro de lujo en las Bahamas para que te “limpien el aura” con palo santo y luego pasar el día tomando mojitos en la playa mientras suena música dance mezclada con cuencos tibetanos.
Es entender que tu ego debe morir.
Y eso duele. Duele mucho.
Porque, seamos honestos, ¿quién quiere dejar de ser quien es?
Solo aquellos que no pueden seguir como están.
Y esta es la primera cosa que no te dice ningún gurú espiritual: tú lo que quieres es seguir siendo quien eres, pero sin que te duela. Y no es posible.
Hay que cambiar.
Pero no acaba ahí
El despertar espiritual no es como si un hada madrina te tocara con su varita mágica y te dijera: “Despierta [inserta tu nombre aquí]”, y en ese momento comenzaras a levitar como los monjes shaolin de las películas.
Tampoco se abre un portal a otra dimensión donde ves a Buda y Jesús jugando a las cartas.
Es un proceso. Uno largo y tedioso.
Llevo inmerso en él desde que toqué fondo a los 33 años.
Y sí, he conseguido cosas, grandes cosas, como:
Dejar de tener más adicciones que Elvis Presley en su etapa de Las Vegas.
Comer sin ansiedad (antes era capaz de devorar cantidades grotescas de espaguetis a la boloñesa).
Portarme mejor con los demás (antes era peor que Donald Trump en su reality show, echando a concursantes con más drama que una telenovela de los 80).
Pero aquí va el spoiler de tu despertar espiritual: seguirá doliendo.
Porque cuando crees que ya estás limpio, descubres en ti una nueva capa de suciedad.
Por suciedad me refiero a actitudes negativas de las que te avergüenzas, como la envidia o la avaricia.
Nota: Avergonzarte está bien, pues significa que has progresado y ya no eres la persona que cometió los errores de los que te arrepientes.
Es como limpiar un cristal sucio.
Antes de los 33 era como si alguien hubiera pintado un grafiti en la ventana por la que me miraba a mí mismo.
Y como no veía claro, tenía una moral distraida y permisiva.
Desde los 33 hasta los 43 he ido limpiando esa ventana.
Cuanto más limpia está, más claro veo lo que llevo dentro.
Y asusta, porque, no nos engañemos, ya lo decía Carl Gustav Jung: “Todo el mundo lleva una sombra, y cuanto menos encarnada esté en la vida consciente del individuo, más negra y densa es.”
¿Merece la pena?
Por supuesto que sí.
Consejo: Integra esa sombra.
Porque como dejó escrito Jung: “La sombra es el primer arquetipo que encontramos en el camino hacia el sí-mismo, y su aceptación es un acto de valentía”.
Uno que tiene una recompensa enorme.
Porque al hacer consciente tu inconsciente, dejas de vivir fragmentado y reprimido.
Y es ahí, cuando se te pone la cara del Dalai Lama despues de alcanzar el Nirvana :-)
Porque como dicen por ahí, “You don’t give a f*ck”.
(Y al que no le guste que no mire).
Y es que al aceptarte tal y como eres, sanas. Y te liberarás del condicionamiento al que has estado expuesto durante años: la tele, el grupo de amigos, la familia, tu jefe.
Es ahí cuando te atreverás a ser tú mismo y a vivir tu vida.
Lo cual, tampoco es un paseo por el parque.
Porque te das cuenta de que no hay un futuro ideal y genérico que pueda hacer feliz a cada uno de los ocho mil millones de habitantes de este planeta.
Hay uno específico para cada persona, y el tuyo puede ser tan peculiar como montar una granja de algas en Indonesia o tan común como ser contable (mi contable es súper feliz siendo contable y no lo cambiaría por nada).
Pero tendrás que buscarlo.
Tendrás que prenderle fuego a tu fábrica de excusas y emprender el camino con paciencia y amor propio, hablándote con amabilidad, porque, al fin y al cabo, el despertar espiritual es un despertar a ti mismo, y para eso debes aceptarte (defectos incluidos) y amarte.
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Un abrazo virtual,
AG